jueves, 23 de abril de 2015

Nota. Entre el pensamiento, plegarias para que llueva.



¡Hemos llegado al pueblo de mi abuela!  después de una larga travesía en auto, por varias horas, soportando el calor sofocante y seco. 



¡Por fin llegamos! Exclama mi madre, con un tono de alivio.

- Aquí no hay caminos pavimentados por lo que llegar hasta aquí es un poco complicado, pero no tanto como lo  era antes, uuh! Ahora por lo menos hay caminos de terracería, muy horrendos, pero los hay.  comenta mi madre. 



A unos escasos 700 metros se mira la loma, un cerrito en el cual recuerdo ir de niño con mis padres y hermanos a romeríar, subimos con el auto aun que se torna un poco complicado por el peso de todo lo que llevamos.

- Acelera!

comenta la esposa de mi tío, pero ni así subimos, la solución es deshacernos del exceso, descendemos del auto y es algo que mi cuerpo agradece, después de varias horas sentado sentir el peso de mi cuerpo en mis pies es una sensación rara y de repente viene un calambre. 

- Acelera, acelera. grita mi madre, pero ni con todo, pareciera que el auto se resiste subir la colina.

- pues no queda otra que arrempujar. menciona mi padre, lo hacemos y al parecer resultar. arrempujamos el resto que queda hasta la punta del cerro, es algo maravilloso desde ahí se mira la casa de mi abuela, el tejado de su cocina y de su dormitorio, el cuarto de adobe en el cual mi madre y sus hermanos pasaron su infancia. nos salimos del camino para adentrarnos por una veredita la cual se ha cubierto de yerba por su desuso, caminamos y a lo lejos se escucha un asha juá, ya pasa más de las 3:00 pm, pero por el tono sabemos que lo ha dicho de manera sarcástica. Yo no hablo Otomí, pero al traducir mi madre comprendo y contesto el saludo en español y contradiciendo lo dicho anteriormente. 

- Buenas tardes don Chavelito, ya sembrando. 

- Pues sí, nos hemos parado desde temprano para darle duro con la yunta, pero ya terminamos, lo bueno porque los burritos ya están cansados. esperemos que con estas lloviznas que han caído pues se dé algo de lo que le hemos estado echando. 

- Y que le sembró? 

- Pues un poquito de frijolito y maicito, bien entreverado haber que sale. 

- Y si se da el maíz? 

- Pos quien sabe! el año pasado el maicito que le sembramos, mi compa y yo (haciendo referencia a su esposa, "mi tía") pues nada mas no dio su mazorca, se secó por falta de agua, nomás cosechamos el sácate para el chivo. 

Unta recuerdo como cuando yo era chamaco, como llovía, unta, reachingo, pero antes nadie sembraba, la gente era bien floja, eso si el que sembraba ya fuera frijolito o maicito se daba muncho, ahora nomás no cae agüita.  

<<sus ojos adquieren un brillo al recordar como antes llovía en el mezquital y como corría el agua hasta llenar las barrancas completamente de agua en la que se podían bañar y lavaban la ropa.>>

- Pero que milagro que visitan a doña luci, ya tiene tiempo, muncho de que no venían canijos, haciendo referencia a todos nosotros, los visitantes. 

- Pues, tiene razón don Chavelito. respondemos sarcásticos pues tenía poco de que aviamos ido. 

- Y como han estado ustedes aquí? 

- Pues bien, nada más que doña lucia a estado un poquito mala.  

Seguimos caminando y en el trayecto veo como caen del mentón de don Isabel unas gotas de sudor, proyectadas en el suelo, al instante son absorbidas en la tierra, pero son inútiles ante la abrupta sed del campo agreste, don Isabel lo sabe.  

se limpia la frente con un trozo de trapo que funge como pañuelo.  

Seguimos caminamos entre los surcos, "heridas infringidas por el acero que arrastran las vestías", casi son imperceptibles pero en estos lugares donde no pueden entrar maquinas propias para labrar la tierra, la ayuda de mulas, burros o bueyes que tiren de la yunta es lo único que puede usarse para sembrar. 

el cielo de gris se tiñe por todo el este, adquiere tientes grisáceos, se ve muy raro de un lado todo bien y del otro todo grisáceo, señales propias de una tormenta en el mezquital.  

Ya en la casa, mis tíos y mi abuela se saludan en Otomí, platican y se ríen, desconociendo yo por completo lo que comentan, mi madre que no es ajena a lo que expresan puesto que es Otomí, sabe lo que dicen, aunque por su acercamiento más al castellano según ella, se le dificulta hablar-lo, por eso solo escucha y traduce para los que no entendemos palabra alguna.

al ver nuestras caras de aburrimiento empiezan a hablar en español por lo que   empezamos ha participar en la conversación.

Platicamos por horas, recordando cosas que nos hacen reír y otras con nos hacen llorar. 

Así llega la noche.  

- Ora si llueve, dice mi tía Cande. 

Dicho y hecho de repente se escucha como la lluvia cimbra todo el mezquital, el agua se escucha recorrer las tejas del dormitorio, me asomo por la ventana y se siente una sensación tan grata, todo fresco y vuele a tierra mojada. 



- Mta! Eso me hace recordar la temporada de renacuajos del pueblo, hoy por lo poco que llueve casi ni se ven charcos en donde crezcan esos animalitos.

- antes de veía munchos de esos animalitos.



Sigue Lloviendo y todos agradecen por ello. 



- Gracias dio-cito! 



- Unta con esta lluvia rápido va a salir la siembra. 



concluye el día con una cena en la que el plato principal son escámales con nopales, especias, condimentos todo en penca y cocinado en horno, mmmm! una delicia. 

platicamos, reímos, todo en familia, un día para recordar...
 


4Ta, Manzana,  González González,  Municipio de Santiago de Anaya, Hgo. 21 de abril del 2015.





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