lunes, 28 de octubre de 2019

La Muerte de Audelino

 YA TENGO 8 MECES AQUÍ, y las mariposas no aparecen. Me digo que no aparecerán porque ya no es tiempo, tenían que aparecer en primavera, despuesito que todo floreciera, antes que los aguaceros cayeran, reblandeciendo la tierra, dejando su jugo en el valle, pintando el mezquital de verde, así como lo recuerdo en mi niñez, pero no, no aparecieron, ni las lluvias, ni las flores, y es por eso que las mariposas no llegaron.

 

Ya tengo 8 meces aquí, y lo recuerdo bien porque mi llegada coincidió con el entierro de don Audelino.

 

Era un 12 de marzo cuando había llegado de la capital y caminaba las veredas que conducen a distintos lugares, por entre los matorrales, magueyes y de más.

 

¡Era hermoso! Escuchando nada más que el viento que surca los campos áridos, y rara vez, una canción a la distancia.

 

No lo sé, era como un déjà vu, pero cada que me reencontraba con mi pueblo, parecía reencontrarme y escuchar en voz alta mis propios pensamientos.

 

Miraba a lo legos el humo que salía de las casas de adobe, piedra y penca donde posiblemente en el fogón yacía una gran olla de café, sostenida en dos barras de metal puestas sobre dos grandes piedras, así lo recordaba. Posiblemente en una de esas casas mi abuela reblandeciendo un pedazo de bolillo seco en las brasas del fogón.

 

Y caminaba, y a la vez pensaba.

 

Yo venía entonces de la ciudad, donde la modernidad se había tragado todo, pero aquí no, miraba esa neblina que siempre bestia de inocente blanco cubriendo el mezquital, y más allá las molenderas que regresaban por entre el camino donde las piedras ruedan entre sus pies descalzos, y el alba moría lentamente con los primeros rayos de sol a sus espaldas.

 

Aquí la modernidad no existía,  no se tragaba nada, el sol era lo que se comía todo,  la tierra,  las plantas, el aire y la piel del campesino.

 

Recordaba viendo esa neblina que cubría todo el mezquital, eso me traen buenos recuerdo. Me decía mi abuela “No se olvide de mí, de su pueblo, de su gente, regrese, regrese cuando pueda”

 

Y estaba de más que lo dijera, en la ciudad solo anhelaba regresar, regresar a mi pueblo, a mi gente, a sus colores, sus olores y sabores,  había aprendido amar ese lugar con los ojos del alma y era algo que jamás me lo arrancaría del corazón.

 

Entonces, esa neblina dejaba solo ver las siluetas borrosas de los magueyes y mezquites, que yacían entre los matorrales.

 

Recordaba mi tierra, esa tierra que olía, y como tanto me decía mi abuela que nunca le olvidara.

 

¡Por allá!, en mi pueblito.

 

Entre campos áridos, entre cardones, mezquites,

magueyes y demás.

¡Por allá!, entre el olor del pulque y el humo del fogón.

¡Por allá!, entre el olor de la olla de café y del pan seco reblandecido entre las cenizas y brazas.

¡Por allá!, entre las risas descaradas del viejo guarro, por entre las milpas desgarradas de colores agrios.

¡Por allá!, donde se huele la tierra seca,

¡Por allá!, entre el aroma a tierra mojada por la lluvia.

 

<<Y sí, así fue, muchas fueron las veces que regrese para caminar por el monte de mi pueblo, siempre pensando en mariposas; me decía; quizás yo soy el único que ve lo bello de esta tierra descarnada y seca.>>

 

Seguía caminando, y a lo lejos cuetes que irrumpen, dirigiéndose al nublado cielo, con estruendoso trueno la soledad que imperaba queda irrumpida.

 

Esa tranquilidad de la cual disfrutaba se vio mermada.

 

Al llegar a la cima, desde la loma, se mira que no son cuetes de fiesta, entonces a lo lejos, por el camino de terrecería alcanzo a divisar una procesión de un muerto.

 

Es raro que a un muerto se le lleve a enterrar con cuetes en el cielo, bueno, quizás así lo decidió el difunto, ¡va! uno quien es pá cuestionar esos asuntos – pensaba al avanzar por la orilla del camino.

 

Desde donde me hallo se ve un remolque tirado por un burro, a la vez el burro es arreado por una mujer encorvada vestida de negro de los pies a la cabeza, posiblemente era la viuda. en el remolque una caja de muerto con una corona de flores y por lo que alcanzo a divisar, es el único arreglo floral del difunto, una banda pueblera, conformada por tres tipos le siguen, uno con tuba, el otro con guitarra y uno más con acordeón, detrás de ellos no más de 8 personas, ¡Todo el pueblo, creo!. La mayoría de ellos ya mayores de edad, puesto que los más jóvenes han emigrado pal norte o pá la ciudad.

 

-  Mi dejaste maldito viejo, mi dejaste, si habíamos quedado que nos iríamos juntos, juntos como muéganos y si juera posible en el mismo cajón, esa era tu promesa ¿Hora que voy hacer sin ti?  Si no mi muero de enfermedad, mi muero de tristeza, mi dejaste, mi viejito chulo.

Se escuchó decir, entre sollozos.

 

-  ¡Hora! ¡Hora! Camina, maldito animal, burro, burro como tú dueño que llevas como bulto.

 

Grito la mujer al arrear el animal, golpeándolo con furia con un pedazo de cincho que traía en una de las manos, desquitando con esa acción su dolor con jumento.

 

Al acercarme más, pude darme cuenta que era la mujer de don Audelino, doña Lazara, al pasar frente a mí le saludé, pero no respondió, haciéndole honor a su apodo "doña mala". El muertito, era don Audelino, el tlachiquero del pueblo, su féretro, era de madera cruda, sin trabajar ni nada, se veía áspera, tosca, pintada de color negro mate, de la cual solo resaltaba algunos clavos de color gris plateado, que sostenían unidas las maderas del féretro.

 

La cajita modesta, pobrecita como la vida que vivió el viejo, posiblemente se la había hecho el carpintero del pueblo, y hasta puedo asegurar que la construyo con los materiales más baratos o retazos de madera que tenía derrumbados por ahí, y es que los viejos no eran de muchos centavos, y tal vez no le alcanzaba a doña mala para ese estuche pá ricos, como se lo escuché decir en algún momento.

 

Cuando pasaban frente a mí, entonces centre mi atención en los integrantes de la banda, el que toca la guitarra se ve viejo y muy cansado, sus zapatos se miran rotos y degastados, pero es el único de los tres  que usa zapato cerrado, los otros dos traen guarache cruzado que con el polvoriento camino ha dejado los dedos de sus pies blancos y cuarteados,  pero lo que más llama mi atención y hace denotar su miseria son sus trajes, los pantalones  de color azul rey y sus chaquetas rojas se miran desgastadas y descoloridas por el sol, atrás en sus espaldas una leyenda se puede leer “Los caminante”.

 

-  ¿En que está pensando? ¡Ni me escucha!  Le estoy hable y hable y ni me pela.

 

Escuche decir de don Chon, tío de Lupe con quien mi abuela es comadre.

 

-  Discúlpeme don Chon, ¿dígame usted?

-  ¡Vámonos!

 

El último de la procesión en su andar igual me dirige la palabra. Es don Epifanio.

 

<<El viejo encorvado por la edad y con bastón, pero a pesar de ello, y con su edad siempre se lo mira salir de su casita, muy temprano pá la tienda, "pá echarse una su cahuama".>>

 

-  Haxa juä 

-  Buenas días jefe, ¿como esta? - Le contesto

 

<<Me acerco a él, le saludo y le beso la mano, es una acción que en el pueblo es muy frecuente ver, es una acción de respeto pá los viejos, pero que con el tiempo ese respeto se ha ido perdiendo al igual que la tradición. >>

 

-  yo estoy bien, bien en lo que cabe, bueno, al menos dios nos ha dado licencia pá llegar hasta el día de hoy. - siguió caminando y a unos escasos metros se para, voltea la mirada y menciona.

 

-  ¡Hora!  Que no vas? vamos a acompañar a don Audelino que acaba de morir.

 

Con el bordón en la mano reafirma la invitación.

 

-  No don Epifanio, tengo que terminar de llegar a su pobre casa, tengo que llegar con mi abuela. le respondo.

-  Que me perdone don Audelino y doña mala, pero no voy a poder acompañarles.

-  Bueno ay será pala otra - Escucho mencionar entre risas a don Chon.

-  ¡Va, pá la otra! ¡Va! Como si nos muriéramos dos veces.

 

Pá la otra.

 

Mientras el féretro seguía su andar, don Epifanio quien se había quedado unos pasos por hacerme la invitación, enseguida camino, pues se había quedado muy atrás.

 

-   Bueno, luego nos miramos, me voy, me voy si no me dejan.

 

Retomo su camino y escuchándole decir, murmurando entre dientes, riendo disimuladamente.

 

Bueno, tal vez en el próximo entierro, del próximo difunto, espero no sea yo. Menciono, dejando soltar una gran carcajada.. 

 

Ellos dirigiéndose al cementerio, y yo a mi casa,  ambos dándonos la espalda. Camine, camine pensando en aquel viejo que en vida olía agrio, agrio como él pulque que vendía y el cual muchas veces entre las borracheras había fungido como confesor de nuestros sentires,  de aquel elixir que por sus cualidades creíamos tenía la facultad para otorgar la absolución de nuestros pecados.

 

De repente detuve mis pasos, sentí nostalgia por el difunto, miré a mi alrededor, y en ese lugar tan desolado, por alguna extraña razón en ese preciso instante, sentí un frío helado recorrer mi cuerpo, sentí el peso de mi andar, la obligación de acompañar con aquel viejo fue más grande,

 

Era un día nublado, y entonces eche marcha atrás para alcanzar al cortejo fúnebre, quería no ir, pero al final era mi amigo.

 

Apresure mis pasos para emparejarme con ellos.

 

Un viento efímero llego del norte arrebatándome el sombrero de Palma, de ala corta que llevaba en mi cabeza, el sombrero voló y rodó hasta terminar enfrente de las patas del burro que arrastraba el féretro, la prospección se detuvo y la banda pueblerina cayó su música.

 

Todo quedó en silencio, el jumento agacho la cabeza, tomando el sombrero con el hocico masticándolo enseguida.

 

-     ¡Burro tonto!  Se escuchó decir de doña mala

 

El animal tenía hambre, se miraba en su complexión casi esquelética.

 

-     ¿Y entonces, te has animado a acompañarle?  Preguntó don Epifanía

 

No dije nada, solo acerté con la cabeza

 

Me acerqué a doña mala quien ya alistaba el cincho para darle al animal

 

-     No haga eso doña mala, no es culpa del animal, don Audelino lo ha detenido, él le ha puesto el sombreo en el hocico, miro que venía yo atrás y se detuvo pá que lo alcanzara, él ha querido así, él quiere que lo acompañe.

 

Solo ha de lamentar no haberse ido en un día soleado, así como en tantas veces me lo dijo.

 

La mano que sostenía el cincho disminuyó la fuerza con la que era apretado, cediendo y cayendo la punta del mismo hasta terminar a un costado de la rodilla de la viuda. Se escuchó el gran silencio en el valle, solo el viento seco se escuchaba y sentía en la cara, el silencio hacía más visible la ausencia de don Audelino.

 

El burro dejó caer de su hocico el sombrero que masticaba, se había quedado inmóvil y con cautela y respeto me dirigí a recogerlo, cuando me agache doña mala mencionó.

 

-     Si, ya sentía su muerte, y me lo dijo munchas veces, me decía ya borracho hay mi Mala, "Solo estoy esperando que se acabe la flamita de mi vela, ya casi es mi hora", pero no le creía, pensaba que me lo decía por los pulques que se echaba.

 

Levantando su reboso negro y se miró las lágrimas recorriendo sus mejillas, unas mejillas arrugadas, ennegrecidas por el sol.

 

Me puse el sombrero aun cuando esté estaba babeado por la peripecia del animal.

 

Yo no sabía más que decir en ese instante. 

 

-     ¿Entonces te lo dijo? Artículo la pregunta, con una voz entre cortada, pasándose un gran trago de saliva

 

-     ¿Que doña mala?

-     Que odiaba los días grises.

-     Si, era algo en el que ambos coincidíamos, los días nublados son tristes

-     ¿Entonces conocías mi Audelino?

-     Si, y lo estimaba al viejo.

 

Seco sus lágrimas de sus ojos y mejillas, exhalo con gran fuerza dejando salir el aire de sus pulmones en forma de  suspiro.

 

-     Pero que le vamos hacer, ya se nos adelantó.

 

¡Hora! Anda burro

 

Al escuchar esto el animal y sin golpe alguno retomó su andar.

 

Continuamos así el camino de terracería, hasta que el viejo Epifanía que iba a un lado de mí, para quebrar el gran silencio le escuché decir

 

¡Se ve que va llover!  Bueno, será bueno pá la milpa…

 

Yo entré mí mismo esperaba que fuera así, y camine con esa idea en la cabeza, tenía la certeza que si llovía el mezquital se iba llenar de verde con muchas flores y de miles de mariposas de colores, había venido para eso, pá casar mariposas como cuando niño. Pero pensaba en la última vez que les vi en el campo, ya eran muchos años y nada, y eso era por las sequías en el mezquital.

 

mmm! fue aquella vez que se cubrió la tierra de rojizo, la última vez que les mire en todo el valle...


Un anciano arqueado, esmirriado por los años, caminaba sin entusiasmo, maquinalmente, casi por inercia,
Traía en la cabeza de bajo del sombrero de tornillo un mecapal de itztle que sostenía de las puntas un ayate con un tejido  de extraordinaria belleza, en el ayate traía  un a ocote improvisado con una botella de Coca-Cola de dos litros no retornable, en la punta de la misma un pedazo de manguera negra junto con una charrasca de metal carcomido por el óxido, tal vez venia de raspar su aguamiel puesto que traía en una mano un garrafón blanco de 5 litros, el garrafón se miraba liviano por la forma en que era manipulado.

Yo iba por las vendas del temporal, caminaba como quien se dirige sin saber su rumbo, miraba que el anciano en medio de los surcos caminaba unos escasos metros y se detenia es algo que parece repetir con énfasis brutal y es que no es por demás, los años encima ya le aquejaban.
Ajeno a todos sus males, caminaba despacio por la milpa de belleza triste.
Aquel hombre de guarache cruzado y de actitud humilde, iba por la milpa, cuando mire que detenia su andar para pepenar los pocos quelites que la tierra descarnada había dado , la tierra este año era tan seca  que no había dado nada, los pocos quelites y el maizito estaban arrugados por sol, y esque ese fuego invisible había  evapora el poco jugo que habia en la tierra de las escasas lluvias.
En medio de la milpa y con una expresión de quien dirige a los cielos una oración, el anciano dirige su mirar hacia donde se cree esta dios, en instantes bajo su garrafón al suelo para cubrir su vista con la mano, agacho su mirar como temiendo del altísimo, mientras dirige su mirada a la tierra seca se sostubo con las dos manos del humilde bordón echo de un trozo de carrizo.
Le escucho decir. -Mezquital ingrato! - pa eso nos quieres aquí, pa darnos miseria y hambre.
- ese día conocí al tal Audelino, en mezquital,
era temprano,
Miraba a lo legos el humo que salia de las casas donde posiblemente en el fogón yacía una gran olla de café, posiblemente tortillas secas reblandeciéndose en las brazas de fogón.
Miraba la neblina vestida siempre de inocente blanco cubriendo el mezquital y mas alla las molenderas que regresan entre el camino donde las piedras ruedan entre sus  pies descalzos y el alba muere lentamente con los primeros rayos de sol a sus espaldas.

-Ahora solo recuerdo!

Recordar la neblina que cubría todo el mezquital, dejando solo ver las siluetas borrosas de los magueyes y mezquites que yacían entre los matorrales.

Recordar mi tierra que huele

Por alla! , en mi pueblito. 

Entre campos áridos, entre cardones, mezquites, por entra las piedras y demás.  

Por alla!, entre el olor del pulque y el humo del fogón. 

Por alla!, entre el olor de la olla de café y del pan seco que mi abuela reblandece entre las cenizas y 
 brazas. 

Por alla!, entre las risas descaradas del viejo guarro, por entre las milpas desgarradas de colores agrios.
  
Por alla!, donde se huele la tierra seca,

Por alla!, entre el aroma a tierra mojada por la lluvia. 

Muchas fueron las  veces que camine por el monte de mi pueblo y pienso; quizás yo era la única que ve lo bello de su belleza descarnada y seca.>>


, caliente, tiene un aire que es pesado y que cala, todo junto, crea una atmósfera abrazadora, que asfixia, en donde pocas cosas son las que se dan por la sequía la tierra ...


Y un remolino alboroto los largos cabellos que le cubrían el rostro debajo del sombrero de ala ancha, cabellos como telarañas blanquecinas cubiertas de roció de una nube  extraña.
la expresión en su cara era faborable apesar de sus años que denotaban cansancio en su lento caminar ... Aquella mañana mi abula y yo abiamos decidimos caminar al pie del cerro..el dia era nublado, de esos dias que para mi no me agradan porque son siempre triste; pero ese dia era lo contrario.
una inocente alegría parecía aparecer en su rostro cuando ecucho las notas de Sous le ciel de Paris, de Ediht Piaf,"sous le ciel de Paris s'envole une chanson" y efectivamente, bajo el cielo volaba una canción, pero no era bajo el cielo de paris donde se deslizaba por doquier, donde reboloeaba por todos los sitios cual maripoza, era mas bien bajo del cielo del pueblo de abuela.

Una lagrima posaba sobre su rostro.
Su respiración agitada se escucho toda la mañana de ese sábado, el médico del pueblo ya nos avía dicho que no tenía remedio, el alcohol que quizo terminarse en su juventud le avía pasado factura, sus riñones e hijado ya no le funcionaba, y le encontré  ahí aún lado de la cama, rezando con un rosario en las manos, con la cabeza en la cama susurraba cosas, esa mujer demacrada  entraba y salía de la recámara
Tu papá, tu papá
Solo mencionaba con una vos atorpesida, casi moribunda,
No sabía que pensar, era una escena que dolía o quizás no, el rencor por la vida miserable que nos había dado me hacían quierer ignorarle, sentia que ya nos estorbaba, solo el dolor  en el rostro de mi madre me hacía recapacitar, quería sentir lo mismo que ella pero no podía .

-Qué hacemos, que hacemos? Me preguntaba
Lo llevamos al doctor?
No sabía responder, lo miraba  casi moribundo,
Quería sentirle lastima en esos momento pero ni eso sentia,
no podía, entonces había ideas en mi cabeza que yo era malo
-tal vez ya

Pero sentia que ya nos estorbaba

....................................

Cortina blanca fragmentada en mil pedazos
Entre colores agrios y risas de nostalgia.
Mi madre en el campo, con mariposas blancas por doquier.
.................

Detrás o tras / de las /  colinas se hicieron sombras

.................

Y te mire ahí entre mis recuerdos, sola como siempre pero a la ves con muchos.
Te mire entre charcas de aguaceros, entre líneas tristes y alegres del tintero.
Observe de nuevo tu sonrisa, esa boca llena de palabras dulces y alegres, de palabras agrias y mentiras repugnantes
¿qué nos pasó? ¿Porque cambiamos el amor por lo contrario? La banca que era nuestra, tus sueños que eran míos, las penas compartidas que nos hacían uno, todo al carajo!
Metí tu sonrisa y los besos de tu boca en un suspiro
Convertí tu mirada con tus ojos negros en recuerdos
Y todo para que?
Me pregunto yo, tu presencia aún me taladra la cabeza, me mata lentamente
Un sorbo de licor, un aire contaminado de tabaco me acompaña.

.........
La modernidad se tragó todo

novela


Son las 11:00 pm, me ha  sorprendido la noche, caminando solo escuchando los grillos del monte mientras unos débiles resplandores de luz de luna me hacían  apreciar débilmente un paisaje oscuro y desolado, esto, cada que las nubes despejaban el cielo dejando ver la luna. 
Los grillos se escuchaban en todo el Valle, estando parado ahí en medio de la milpa de temporal, donde este año por las escasas lluvias se había dado un poco de trigo entreverá do con frijol, ahí miraba y escuchaba esos ecos, voces y susurros de mis muertos, al acercarme más a la orilla una parvada de palomas salió del mezquite asustadas por mi presencia, en ese mezquite bicentenario recuerdo columpiarme de pequeño y es el mismo mezquite en el que mi madre de pequeña fue arrullada en una cuna improvisada, fue ahí donde mis abuelos eligieron vivir, al salir huyendo de su pueblo natal por mi abuelo quien había golpeado hasta dejar moribundo al hombre que entre la valentía adquirida por el pulque quiso ofender a el honor de mi abuela.
las palomas surcaron el nublado cielo alejándose del lugar, entre un ruido estrepitoso de aleteos y sonidos de gur, gur, gur, atrás de ellas las nubes se abrieron dejando ver la luna y un cielo estrellado.
Miraba con nostalgia esa luna que hoy parecía más cerca de esta tierra agreste, mire con encanto insólito como se avían iluminado esas siluetas del Valle, siluetas que antes no tenían forma para mí, el nopal, el mes quite, la biznaga del Valle adquirieron un brillo mostrando una belleza fugas hasta que de nuevo las nubes cubrieron la luz de luna.
El frío del lugar era insoportable, el viento arreciaba moviendo el trigo y los  mezquites de un lado a otro, yo me cubría el cuello con el suéter gris agujereado que traía puesto, veía el cigarro de mi mano, miraba quela braza se aproximaba a la colilla, le di el último jalón y lo tire pisándolo con la punta del zapato. La tranquilidad del lugar era perfecta, a pesar del frío que penetraba la carne, a pesar de ello parecía estar solo con mis pensamientos.
Exhale el humo del tabaco que antes estaba en mis pulmones, el vapor de mi aliento se mezclaba con el aire frío del campo.
Solo recordaba, recordaba cosas, como la ves que me madre me regaño por el vicio del cigarro.
-hijo, que haces?
- nada madre! Nada.
- como no! que traes en la mano. Le escuché decir con un tono de enojo
-nada, nada má. Conteste de manera tenue, con tono de culpa.
-Te he dicho que no fumes, cuantas veces te lo he dicho y nada mas no me haces caso te va hacer daño ese vicio. Yo solo me encoji de hombros aceptando el regalo. 
Después de un refunfuñar de dientes se  mi madre se alejo.


A lo legos, a unos escasos 700 metros desde  lo alto del cerrito, note que de la ventana y puerta de la cocina salía luz, pensé que era como otras veces en las que solo el foco le habían olvidado apagar, en ello los ladridos de los perro, presentes. Gauf, guauf, guaf, ladran como si yo, fuera un intruso. 
-perros tontos! Grito.
 al acercarme a ellos, cesan sus ladridos, pues me han reconocido, se acercan a mí, metiendo la cola entre las patas, encorvándose y  terminando bajo mis pies, con esta acción pretenden obtener mi perdón, pero esta vez no será tan fácil, estiro el pie dándole a ambos perros en el culo, 
corren a ponerse a salvo, 
terminando refugiados en los nopales que constituyen fracciones de  la cerca…. 
El patio yace en completa oscuridad porque el foco  se fundió hace dos semanas y no me ha dado tiempo reponerle, tendría para ello que caminar hasta la tienda del pueblo, cosa que me ha dado flojera porque dicha tienda está a unos 5 kilómetros de distancia ,  esta mañana amanecí con entusiasmo de ir al pueblo por el foco pero al ver quel tiempo estaba medio feo y  brisnando un poco me ha dado por meterme en el petate y acorrucarme más con las covijas, per no importa, está oscuridad tiene algo de hermoso, se pueden apreciar una que otra luciérnaga que danza alrededor de los mezquites. Al atravesar la cerca que dividía el camino del patio, y al llegar a la casa, me asomo en la puerta de la cosina viendo a mi abuela sentada a la orilla del fogón.
Mi abuela en esos momentos reblandecía un trozo de pan seco en las brasas.
-Buenas noches
-mö'kjä!
-si agarro uno su liebre, uno su ardilla?
-no abuela, no hay nada de eso, ya no hay como antes.
-entonces donde anduvo todo el dia?
-por ahí abuela, por ahí, solo quería perderme,  alejarme por los campos sin saber a dónde ir,
queria perderme en la inmensidad del acre y del azul.
como esas gotas del roció que con el calor del sol se pierden.
Pero no abuela, había una especie de demonio que no me dejaba ser,
no me dejaba continuar,
aparecía y me devoraba.
-hay Diosito! No mencione a ese en la casa, dios no salve, pa mi que ya se echo uno su pulquito, por eso anda devisando animas. Me decía mientas se persignaba y escupía al piso de tierrra
-pos si, pa que le voy a mentir, me eche unos litritos, con don Galindo, me lo encontré en el camino cuando iba por el foco a la tienda y me invito a su casa, venia de raspar sus magueyes.
-Mmm! Y el foco? Si lo compro
-no abuela, ya mañana.
-mañana, mañana, lleva dos semanas diciendo lo mismo, 

La nana blanca que pende sobre  nuestras cabezas, agonizaba, opa-cando su brillo, cediendo ante el humo procedente del fogón, mientras la mirada de mi abuela reposaba sobre la olla de café que estrechada por los brazos de Maka Xita Sibi, lleva a estado de efusión el líquido vertido en su interior.

-Quiere uno su café?
-Quiere uno su café?
Tarde en responder, mi mente en esos momentos no estaba ahí, seguía sumergida en mis recuerdos, y en otros no tan propios.
-que si quiere uno su café?
-mande!
-que si quiere uno su café?
-si, claro que si.

Sentada en un pedazo de ñomfi que funjia como asiento  en ese ambiente asfixiante por el humo que pica en los ojos y que hace lloran sin motivo de dolor o duelo, mi abuela  aparentemente parecía tener inmunidad al humo asfixiante.

-Entonces si quere un poco de café?
-Si abuela, pero yo me sirvo
-No, horita se lo sirvo yo,  siéntese, ahí hay uno tu banco.
Me senté ceca de la puerta para respirar un poco, me sentía asfixiado por el humo, mis ojos lloraban en esos momentos, pero apesar de ello trataba de mirar a través de la puerta del jacal de penca y piedra, miraba a lo lejos, a cientos de kilómetros una que otra luz en las faldas de los cerros
entonces  se incorporó mostrando su espina dorsal arqueada, tomando la olla de café con ambas manos y en un acto  de habilidad quirúrgica vertió un poco de café en un par de jarros de barro que yacían en el piso de tierra, tomo un jarro y pedazo de pan seco que antes había reblandecido en la brazas del fogón  me los dio, volviendo en seguida a su banco improvisado. quizás noto mi mirada insistente al  valle porque escuche decirle
-“mmm!  Si mijito, estás tierras son muy tristes”
Tomando su jarro en las manos mostro las  rugosidades de su piel, metáfora de su vejes,
murmuro dándole pequeños sorbos pausados al café, levanto su mirada y me sonrío, le escuche decir entonces.
-pero uno se acostumbra a esto, uno aprende a vivir aquí.
dándome cátedra de su vejez,

Un suspiro pende y el silencio como carroñero nos asecha.

Ya tengo 8 meces aquí, y las mariposas no aparecen. Me digo que no aparecerán porque ya no es tiempo, tenían que aparecer en primavera, dedpuesito que  los aguaseros reblandecieran la tierra, dejando su jugo en el valle, pintando el mezquital de verde, llenando al campo de flores, pero, no aparecieron, ni las lluvias ni las flores, y es por eso que las mariposas no llegaron, ya tengo 8 meces aquí, y  lo recuerdo bien porque mi llegada coincidió con el funeral de don Audelino.y

Era 12 de marzo cuando había llegado de la capital y caminaba las veredas que conducen a distintos lugares, por entre los matorrales, magueyes y de más...
era hermoso!
Escuchando nada más que el viento que surca los campos áridos, y rara vez, una canción a la distancia.
Era como un déjà vu, pero cada que me reencontraba con mi pueblo, pareciera reencontrarme y escuchar en voz alta mis pensamientos.  
siguia caminando, y a lo lejos  cuetes que irrumpen, dirigiéndose al nublado cielo, con estruendoso trueno la soledad que imperaba queda irrumpida. 
esa tranquilidad de la cual disfrutaba se vio mermada.
Al llegar a la cima, desde la loma,  se mira que no son cuetes de fiesta, entonces a lo lejos, por el camino de terrecería alcanzo a devisar un procesión de un muerto. 
se ve un remolque tirado por un burro, a la vez el burro  es arreado por una mujer encorvada vestida de negro de los pies a la cabeza, posiblemente era la viuda. en el remolque una caja de muerto con una corona de flores y por lo que alcanzo a devisar desde donde me hayo, es el único arreglo floral del difunto, una banda pueblera, conformada por  tres tipos le siguen, uno con tuba, el otro con guitarra y uno mas con acordeón, detrás de ellos no más de 8 personas, Todo el pueblo, creo! la mayoría de ellos ya mayores de edad, puesto que los más jóvenes han emigrado pal norte o pá la ciuda.

-Mi dejaste maldito viejo, mi dejaste, si habíamos  quedado que nos iríamos juntos, juntos como muéganos y si juera posible en el mismo cajón, esa era tu promesa. Hora que voy hacer  sin ti, si no mi muero de enfermeda, mi muero de tristeza, mi dejaste mi viejito chulo. 
Se escuchó entre soyosos de la mujer.
-Hora! hora, Camina, maldito animal,  burro, burro como tú dueño qui llevas como bulto.
grito la mujer al arrear el animal, golpeándolo con furia con un pedazo de cincho, como queriendo desquitar con esa acción su dolor con el indefenso burro. 
Al acercárme más, pude darme cuenta que era la mujer de don Audelino, doña Lazara, al pasar frente a mí le saludé, pero no respondió mi saludo, haciendole honor a su apodo. El muertito, era don Audelino el tlachiquero del pueblo,  su  féretro, era de madera cruda, sin trabajar ni nada, se veia áspera, tosca, pintada de color negro mate, de la cual solo resaltaban los clavos de color gris plateado, que sostenían unidas las maderas del féretro. 
La cajita modesta, pobrecita como la vida que vivió el viejo,  posiblemente se la había echo el carpintero del pueblo, y hasta puedo asegurar que la construyo con los materiales más baratos, y esque los viejos no eran de muchos centavos, y talvez no le alcanzaba a doña
 mala  para ese estuche pâ ricos, como se lo escuché decir algún día.
Cuando pasaban frente a mí, entonces centre mi atención en los integrantes de la banda, el que toca la guitarra se ve viejo y muy cansado, sus zapatos se miran rotos y degastados pero es el único de los tres  que usa zapato cerrado, los otros dos traen guarache cruzado que con el polvoriento camino ha dejado los dedos de su piel blancos y cuarteados,  pero lo que mas llama mi atención y hace denotar su miseria son sus trajes, los pantalones  de color azul rey y sus chaquetas rojas se miran descoloridas por el sol.

-En que esta pensando? ni me escucha! le estoy hable y hable y ni me pela.  
Escucho decir de don Chon, tío de Lupe con quien mi abuela es comadre. 
-discúlpeme don Chon, dígame.  
-Vámonos.
el ultimo de la procesión en su andar igual me dirige la  palabra. Es don Epifanio.
<<El viejo encorvado por la edad y con bastón, pero a pesar de ello, y con su edad siempre se lo mira salir de su casita, muy temprano para la tienda, "pa echarse una su cahuama".>>

- Joven, buenas tardes 
- buenas tardes jefe, ¿como esta?
le contesto
- bien, joven
siguió caminando  y a unos escasos metros se para, voltea la mirada y menciona, 
– ora, que no vas? vamos a acompañar a don Audelino que acaba de morir. 
Con el bordón en  la mano reafirma la invitación. 
- no don Epifanio, tengo que terminar de llegar a su pobre casa,  tengo que estar de regreso con mi abuela, tenemos que estar en la alcaldia del pueblo para arreglar uno asuntos.- le respondo.  
- Que me perdone don Audelino y doña mala, pero no voy a poder acompañarlos.  
- bueno ay será pala otra - escucho mencionar entre risas  a don chon. -
- pa la otra? va! Como si nos muriéramos dos veces.  
- Pa la otra. 
mientras  el féretro seguía su andar, don Epifanioquien se había quedado unos pasos, por hacerme la invitación, enseguida camino, pues se avía quedado muy atrás. 
- bueno luego nos miramos, me voy, me voy si no me dejan.
Retomo su camino, y escuchándole decir, murmurando entre dientes ,  riendo disimuladamente. 
- bueno, talvez en el próximo entierro del próximo defunto, espero no sea yo. Dijo, dejando soltar una gran carcajada.
Ellos dirigiéndose al cementerio, y yo a mi casa, ambos dándonos la espalda.. Camine, pensando en el difunto, 

Sentí nostalgia por don Audelino, mire a mi alrededor, y en ese lugar tan desolado en el que estaba, por alguna extraña razón en ese preciso instante, sentí un frío helado recorrer mi cuerpo, 


De repente detubo sus pasos, sentía el peso del fifinto, aquel viejo esmirriado por los años en el que muchas veces entre las borracheras le había fungido  como confesor de sus sentires, era un día nublado, y entonces echo marcha atrás para alcanzar al cortejo fúnebre, a pesar de que haría querido no asistir sintió el deber de hacerlo,
Apresuro sus pasos para emparejarse con ellos,
Un viento efímero llego del norte arrebatándole el sombrero de palma de ala corta de su cabeza, el sombrero voló y rodó hasta terminar enfrente de las patas del burro que arrastraba el féretro, la prospección se detubo y la banda pueblerina cayó su música,
Todo quedó en silencio, el burro agacho la cabeza, tomando el sombrero con el hocico y masticándolo enseguida.
-Burro tonto, se escuchó decir de doña mala
El animal tenía hambre, se miraba en su complexión casi esquelética.

Y entonces, te has animado a acompañarle, cuestionó don Epifanía
No dije na, solo acerté con la cabeza
Me acerqué a doña mala quien ya alistaba el sincho para darle al animal
-No haga eso doña mala, no es culpa del animal, don Audelino lo ha detenido, miro que venía atras y se detubo pa alcanzarlo, el abría querido asi, el abría querido que lo acompañara
-solo ha de lamentar no haberse ido en un día sóleado, así como en tantas veces me lo dijo.
La mano que sostenía el sincho disminuyó la fuerza con la que era apretado, y sediendo,  cayendo la punta del mismo  hasta terminar a un costado de su rodilla, se escucho el gran silencio en el Valle,  de todos los presentes solo se sentía la presencia de don Audelino,
El Burro dejó caer de su hocico el sombrero que masticaba, se había quedado inmóvil y con cautela y respeto me diriji a recogerlo, cuando mi agache doña mala mencionó

-si, ya sentía su muerte, y me lo dijo munchas veces, pero no le creía, pensaba que me lo decía por los pulque que se echaba.
Levantando su velo negro) se miraba las lágrimas recorriendo su mejillas, unas megillas arrugadas, ennegrecidas  por el sol.
Me puse el sombrero aún cuando esté estaba babeado por la peripecia del burro.
No sabía más que decir en esos momentos
-Entonces te lo dijo? Artículo la pregunta, con una voz entre cortada, pasándose un trago de saliva
-que doña mala?
-que odiaba los días grises.
-si, era algo en el que ambos coincidíamos
-los días nublados son tristes
-entonces conocías mi Audelino?
-si, y lo estimaba al viejo.
Seco sus lágrimas de sus ojos y mejillas, exalo con gran fuerza dejando salir el aire en un gran suspiro.
-pero que le vamos hacer, ya se nos adelantó. Hora! Anda burro
Al escuchar esto el animal y sin golpe alguno retomó su andar.
Continuamos así el camino de terraceria, hasta que el viejo Epifanía que iba a un lado de mi, para quebrar él gran silencio le escuché decir
-Se ve que llover? bueno, será bueno pa la mapa.
Recuerdo la ves que conocía al viejo Audelino,




algo parecido  a la felicidad me indiciaba disfrutase de la Fugacidad de la vida, ¡vaya ironía!, yo alegre y ellos tristes. 

Hoy es 17 de octubre y el dia de muertos ya viene, lo se no por la fcha, lo se porque mi abuela le he encontrado llorando de tras de la nopalera, mmm! Y siempre es asi, cada que llegan estas fechas se pone un tanto plañidera.
Hoy se despertó mas temprano de lo habitual, a las 5:30 de la madrugada, escuche que la llave del patio derramaba agua, me levante a cerrarla, por lo regular me despierto 
al escuchar cantar el gallo, hoy no fue asi, como

<<Miraba a lo legos el humo que salia de las casas donde posiblemente en el fogón yacía una gran olla de café, posiblemente a mi amá reblandeciendo un pedazo de bolillo seco en las brazas de fogón.
mirar la neblina vestida siempre de inocente blanco cubriendo el mezquital y mas alla las molenderas que regresan, entre el camino donde las piedras ruedan entre sus  pies descalzos y el alba muere lentamente con los primeros rayos de sol a sus espaldas.. 
Recordar la neblina que cubría todo el mezquital, dejaba solo ver las siluetas borrosas de los magueyes y mezquites que yacían entre los matorrales.
Recordar mi tierra que huele
Por alla! , en mi pueblito.
Entre campos áridos, entre cardones, mezquites, por entra las piedras y demás. 
Por alla!, entre el olor del pulque y el humo del fogón.
Por alla!, entre el olor de la olla de café y del pan seco que mi abuela reblandece entre las cenizas y
 brazas.
Por alla!, entre las risas descaradas del viejo guarro, por entre las milpas desgarradas de colores agrios.
Por alla!, donde se huele la tierra seca,
Por alla!, entre el aroma a tierra mojada por la lluvia.
Muchas fueron las  veces que camine por el monte de mi pueblo y pienso; quizás yo era la única que ve lo bello de su belleza descarnada y seca.>>






martes, 10 de noviembre de 2015




Actualmente se está trabajando en esta obra.
  Es posible que a causa de ello, haya lagunas de contenido o deficiencias de formato del artículo. 

Un anciano arqueado, esmirriado por los años, camina sin entusiasmo, maquinalmente, casi por inercia, como quien se dirige sin saber su rumbo, camina unos escasos metros y se detiene, es algo que parece repetir con énfasis brutal y es que no es por demás, los años ya le aquejan. 
Ajeno a todos sus males, camina despacio por el campo de belleza triste. 
Aquel hombre de guarache cruzado y de actitud humilde, va por la milpa, cortando los pocos quelites que la tierra descarnada, seca ha dado este año, quelites arrugados por sol, por ese fuego invisible, que también evapora el poco jugo que hay en la tierra de las escasas lluvias. 
En medio de la milpa y con una expresión de quien dirige a los cielos una oración, el anciano dirige su mirar hacia donde se cree esta dios, en instantes cubre su vista con una mano, agacha su mirar como temiendo del altísimo, mientras dirige su mirada a la tierra seca se sostiene con las dos manos del humilde bordón echo de un trozo de carrizo. 
Le escucho decir. -Mezquital ingrato! - pa eso nos quieres aquí, pa darnos miseria y hambre. 
- el mezquital es así, caliente, tiene un aire que es pesado y que cala, todo junto, crea una atmósfera abrazadora, que asfixia, en donde pocas cosas son las que se dan por la sequía la tierra ... 
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 4Ta, Manzana,  González González,  Municipio de Santiago de Anaya, Hgo.  Noviembre del 2015. 

D.R. Bernardo Santiago Angeles - MVBSA © Copyright. Todos los derechos RESERVADOS. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización del editor. 


¿Y en dónde tienene México a sus artistas?. 
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Y un remolino alboroto los largos cabellos que le cubrían el rostro debajo del sombrero de ala ancha, cabellos como telarañas blanquecinas cubiertas de roció de una nube  extraña. 
la expresión en su cara era faborable apesar de sus años que denotaban cansancio en su lento caminar ... Aquella mañana mi abula y yo abiamos decidimos caminar al pie del cerro..el dia era nublado, de esos dias que para mi no me agradan porque son siempre triste; pero ese dia era lo contrario. 
una inocente alegría parecía aparecer en su rostro cuando ecucho las notas de Sous le ciel de Paris, de Ediht Piaf,"sous le ciel de Paris s'envole une chanson" y efectivamente, bajo el cielo volaba una canción, pero no era bajo el cielo de paris donde se deslizaba por doquier, donde reboloeaba por todos los sitios cual maripoza, era mas bien bajo del cielo del pueblo de mi abuela. 
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Miraba a lo legos el humo que salia de las casas donde posiblemente en el fogon yasia una gran olla de cafe. 
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Una lagrima posaba sobre su rostro. 
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Neblina Vestida siempre de inocente blanco cubriendo el mezquita. 
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Ya viene él día de muertos, con sus olores a somerio,  a cempasúchil y pan de difunto. 
Son días que se sienten y que a mi má le duelen muncho, no lo dice pero lo sé, hay ocasiones en esos días que la he escuchado llorar detrás de la nopalera, a veces pienso que es por la falta de mi tatá, mi tatá al que no lo deja ir y por lo que no soporta esos días.  
-¿qué tienes má? 
-nada madre!, nada.
-extrañas muncho a mi apá verdad? 
-No madre, y tú, le extrañas? 
-Sí, muncho, recuerdo que cuando vivía le daba un su caguama un su dinero,  no sé si recuerda má que toda la familia se reunía abajo del mezquite, nomas pa' pasar el rato. 
-hay hija!, me vas hacer llorar recordando esos días de alegría. Me acuerdo que munchas veces venían al año tus tillos y mis suegros, pero ya no, no sé qué les cayó en su plato, todo eso se siente feo, me tratan como un  tsaty'o. 
Mmmm! la verdad es que casi no le visitan porque hace unos de esos dramas que a naiden les gusta devisar, sé que no es su culpa yo igual extraño a mi apá. Sin pensar mucho es algo en lo que si coincido con mi amá, si se siente su ausencia aun cuando no lo reconozca.


A mi amá, muchas veces la he escuchado, diciendo que está enferma y hasta dice sentir que el corazón le falla por tanto dolor. Mmmm,
Inventos, puros inventos!,  
Ella comenta que la muerte pronto le va a llevar, pero diosito no cumple caprichos y ella lo debe de saber, no le hace justicia porque aún  no le toca la hora y llora muncho por eso. a beses pienso que los dolores que dice tener son dolores que se inventa, pura invención de su cabeza, pero hay veces que me pone a pensar seriamente, dudando de mi sentir, como la vez que la incontre que regresaba  del monte, bien triste y decaída con un racimo de Pest'o, pirúl, manrrubio y ruda. Disque pa' hacerse una limpia, quezque pa' que le deje de doler el pecho, porque  según ella traía fuerte aire. 
Lo que si se aprecia es que la muerte de mi tatá le volvió un tanto plañidera.
<<Desde ese día que don Higinio discutió con mi tatá y que hizo que le fallara él corazón, si! su corazósito que ya estaba muy cansado de tanto coraje de mi hermana la mayor>>. 
Recuerdo que todos hablan de ese 3 de septiembre, a ciencia cierta no se sabe que paso, lo único que se dice por ahí, porque la gente argüendera así lo cuenta, es  que discutieron por mi hermana, decía que disque lo había burlado!, eso es lo que  dijo el tal Higinio, pero no! lo cierto es que se me figura que lo dejo por malo al señor y eso la gente lo sabe, porque lo vio. Veían como llegaba borracho de tanto tomar pulque y empezaba a golpear a mi hermana, dice la gente que hartas veces la vieron salir de su casa sangrando de la boca, corriendo rumbo al monte pa' que el  borracho del Higinio no la siguiera maltratando.  
Puro susto!, pura mala vida pa' mi hermana con ese hombre.
<<por eso en el velorio del Higinio, ni mi hermana, ni su hijo, ni nadie del pueblo estuvieron presentes. Que diosito me perdone pero; 
Ahorita ese viejo ha de estar retorciéndose en el mismísimo infierno, ¡por malo!>>.
En ocasiones pienso que quizá por ello, por tanto maltrato del Higinio se le ha alejado los hombres y por eso mismo ella es mala, muy mala con ellos, Ha de pensar que así desquita su coraje, ese coraje que trae muy dentro y que le dejo el mentado Higinio.
Pero no, mi hermana está mal, solo se engaña sólita.